Estimado amigo,
A propósito de sus comentarios sobre la
situación de Grecia tengo que confesar que al principio me costó decidirme. A
pesar del consejo de mis asesores yo no lo veía, ni con mucho, tan claro. Pero
no cesaron de alabarme las oportunidades de negocio con el gobierno de
Caramanlis, y una vez en marcha las obras para los Juegos Olímpicos –y
recordando los pingües beneficios que dejara en mi cartera la olimpiada de
Barcelona– acabé metiéndome de lleno en el mercado griego. Como bien sabe, de
acuerdo al mandato de nuestros lobbies el FMI inyectó dinero a espuertas en el
país, tarta de la cual una tajada sustancial me acabó tocando. Necesité
invertir, claro, una fuerte suma en comisiones y sobornos, pero el retorno de
este capital era seguro y es un modo de trabajar que nunca me ha desagradado.
Como imaginará tuve que quitarme el
sombrero ante mis asesores y reconocer que mis iniciales reticencias eran
infundadas: Grecia era un negocio seguro en el que todos estábamos ganando,
tanto los mercados financieros como quienes nos dedicábamos a negocios menos
arriesgados y más tradicionales. No obstante algunos nos pusimos nerviosos
cuando la izquierda de Papandreu ganó las elecciones, y decidimos que había
llegado la hora de mover los hilos, apretando un poco las tuercas al estado
griego: como recordará descubrimos las cuentas en negro del anterior gobierno y
de inmediato los compañeros de Fitch degradaron la calidad de su deuda hasta el
bono basura. Podría llegar a ser contraproducente –de hecho la Bolsa se desplomó el mismo
día–, pero sólo con grandes riesgos hay grandes beneficios, y el nuevo gobierno
parecía dispuesto a morder el anzuelo, como finalmente hizo. Supongo que
compartirá mi opinión de que no sólo lo mordió, sino que tragó medio sedal.
Ahora, en efecto, estamos desmenuzando el
país y repartiéndonoslo: ha sido mejor que lo de Argentina hace diez años. Yo
personalmente me estoy metiendo en el área de la sanidad privada y la
distribución farmacéutica, además de seguir en el negocio inmobiliario: estoy
haciéndome con una bonita colección de islas. Habrá oído por ahí a algunos
agoreros que afirman que no podemos seguir apretando así a los griegos si no
queremos ahogarles, pero yo discrepo: podemos seguir apretándoles y podemos seguir
ganando mucho dinero, incluso más quizás. Sólo hace falta elegir la inversión
adecuada y tener la suficiente visión de negocio. Tras estudiar las noticias
que llegan día sí y día también de manifestaciones, huelgas y conflictos en las
calles de Atenas y otras ciudades helenas yo lo tengo claro: he reinvertido una
suma desorbitada en el sector de la industria armamentística. Si algún día el
pueblo griego se alza en armas, no tengo dudas de que –tras pasar por caja–
disparará mis balas.
Reciba cordiales saludos, míos y de mi
esposa.
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