Eritis sicut dii, le dice la Serpiente a Eva invitándole a probar el fruto prohibido del árbol de la ciencia del bien y del mal: seréis como Dioses. Y como Dioses creamos mundos ex nihilo. De mundos creados de la nada va este blog, de mundos literarios. Aquellos que Pablo Solares Villar -el autor de esta bitácora- ha ido pergeñando a lo largo de los años. Mundos que no se resignan a ser olvidados en un cajón o en un rincón del disco duro, que desean ver la luz. ¡Bienvenid@! Espero que te encuentres a gusto aquí, y que te animes a dejar algún comentario. ¡Estás en tu casa!

Algunas citas de la 'Filosofía del anarquismo'


¡Saludos!

Como bien sabéis los seguidores habituales del blog, hace ya unas semanas que vio la luz la nueva edición de la 'Filosofía del anarquismo' de Charles Malato, una obra editada, prologada y anotada por un servidor.

Son muchas las citas que podríamos extractar del libro, y voy a dedicar esta entrada a señalar algunas de ellas. Unas, las más, por la elegancia (la fina e irónica elegancia) con la que Malato aborda puntos esenciales de la ideología ácrata. Otras que sorprenden por su actualidad, dentro de un texto escrito hace más de un siglo.



Acerca del concepto de PATRIA:

«Es preciso que termine esta fábula de la humanidad dominada y encadenada por principios eternos, inmutables: patria, religión, propiedad, familia, matrimonio. Si son inmutables, sus defensores no tienen por qué alarmarse de nuestros ataques. Pero la historia nos demuestra que han variado constantemente según el tiempo y lugar. ¿Qué era la patria al principio de la humanidad, cuando nuestros antepasados vivían en lóbregas grutas?» (Pág. 44).

«Desde luego, es evidente que nada hay tan absurdo como aborrecer a un hombre porque ha nacido en la orilla derecha del río tal, en vez de haber nacido en la orilla izquierda. Pretender que su corazón se dilate en Bayona y se le encoja en San Sebastián, es el colmo del absurdo, y se pregunta uno cómo es posible que semejante locura pueda encontrar todavía adeptos. La naturaleza humana, no menos que la lógica, protesta contra tan bárbaro razonamiento. Si un individuo cae en el Sena, los valerosos ciudadanos que arriesguen su vida por salvar la de aquel desgraciado, no preguntarán antes si se trata de un súbdito francés o alemán: no verán en él más que un hombre.» (Pág. 62).

«Lo que los anarquistas atacan despiadadamente en el patriotismo, no es un lazo más o menos real de solidaridad entre hombres de una misma región, sino al contrario, el particularismo feroz que impide la extensión de este lazo entre los hombres de otras regiones. Si aun cerca de sí, hablando un mismo idioma y respirando el mismo aire, se encuentra al despiadado enemigo que oprime y explota, ¿es lógico amontonar odio contra los desconocidos, oprimidos y explotados también, de detrás de las fronteras?» (Págs. 65-66).

«En cuanto al antagonismo fundado sobre la concurrencia económica entre los trabajadores de distintas nacionalidades, muy vivo en el seno de las masas obreras, no tienen razón de ser. Si los obreros arrojados de su país por el crecimiento de población y la carencia de trabajo se ven reducidos a trabajar por un mísero salario, ¿es de estos desgraciados la culpa o de los que los explotan? Justamente por falta de comprensión de la solidaridad social, ¿qué pueblo no ha hecho soportar a otros el peso de su propia miseria?» (Pág. 66).

Acerca del MATRIMONIO:

«Y bien; ¿es la sobrepelliz del cura o la banda del alcalde las que constituyen la unión entre dos seres? Si un hombre y una mujer son arrojados a una isla desierta, ¿esperarán, sea cual fuere la austeridad de su educación, que un alcalde problemático caiga desde el cielo para permitirles la unión?» (Pág. 74).

Acerca de la PROPIEDAD:


«¿Qué hombre, por ejemplo, puede titularse legítimamente propietario de la más pequeña parcela de tierra? ¿Cuándo la ha creado? ¿Quién de sus predecesores ha poseído jamás el verdadero título de posesión? ¿Los legítimos propietarios del suelo francés eran los celtas, los latinos o los francos, que se lo arrebataron sucesivamente?» (Pág. 82).

«Sin haber envejecido leyendo gruesos volúmenes, manuales de los economistas, ¿no es una idea muy sencilla pensar que estas riquezas increadas, preexistentes a la humanidad, suelo y subsuelo, no pueden ser el patrimonio de unos pocos, como no pueden serlo el océano, el aire y la luz del sol?» (Pág. 87).

«Las más audaces concepciones de esos genios llamados Copérnico, Kepler, Galileo, Newton, Laplace, se basan sobre trabajos algunas veces brillantísimos, frecuentemente modestos, de una muchedumbre de otros hombres que les precedieron. ¿Qué sería la locomotora sin el forjador, el fundidor, el minero, el fogonero, el mecánico? Los ingenieros que construyen puentes y abren istmos, ¿habrían llegado a concebir y ejecutar esas obras gigantescas cuya gloria disfrutan ellos solos, sin el concurso del cantero, del albañil, del carpintero, de todos los obscuros obreros manuales y sin el maestro que les enseñó antes la Geometría y el Álgebra?» (Págs. 88-89).

Acerca del COMUNISMO AUTORITARIO:

«Las agrupaciones obreras, los sindicatos y las corporaciones, acabarán un día con la potencia burguesa. Pero trocar un despotismo por otro sería una verdadera necedad; nadie es más opresor que esos seres que suben de la nada. Reemplazar la autoridad del parlamento por la de un Consejo sindical no puede ser la aspiración de los trabajadores que desean emanciparse. Si estos dejan que algunos delegados se erijan en jefes o en amos, están perdidos. El poder que comienza siendo pequeño aumentará, el tiempo consagrará las usurpaciones y se creará una nueva jerarquía que vendrá a destruir la igualdad social.» (Págs. 166-167).

Y curiosamente una cita a propósito de lo que hoy podríamos llamar DESLOCALIZACIÓN:

«Para empobrecer más al proletario europeo y americano no es menester que los capitalistas llamen a los obreros chinos; bastaría con que creasen en Oriente fábricas y talleres que, visto lo inverosímil de la mano de obra, les permitiría inundar el mundo con sus productos.» (Pág. 197. Nota 285.)


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