
Descubrí que mi mujer había mezclado en el bote de
mis cantharellus deshidratados los
honguitos psilocybios que al parecer escondía el mayor de mis chavales.
Comprendí entonces qué fallaba en mi crema de setas para acompañar carnes
guisadas, y por qué me perseguía aquel dragón por el pasillo.
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